Kamasutra para la Mujer

Hace ya varias décadas que las mujeres iniciaron una verdadera «revolución», reclamando el derecho a disfrutar libremente de su sexualidad y, sin embargo, pese a los grandes cambios sociales que las han llevado a avanzar en todos los aspectos, el erotismo -para muchas- sigue siendo una esfera limitada.
Esto sucede porque a veces resulta imposible desvincular el goce sensual del amor pero, si bien es cierto que las emociones y la proximidad afectiva son importantes, también lo es la pasión, ya que se puede sentir atracción física al margen de otros sentimientos. Asimismo, sen la edad, los prejuicios o la educación restrictiva siguen pesando demasiado.
Mientras el hombre acepta sin problemas este aspecto de su vida, estimulado por la sociedad, la asignatura pendiente de la mujer de este nuevo siglo es comprender que sus Instintos sexuales son naturales, por lo que deben no sólo no reprimirlos, sino disfrutarlos plenamente. Sentirse atraída y excitada por un hombre y gozar de la sensualidad no es libertinaje sino auntica libertad que, si la mujer la vive sin culpas ni verenza, le procurará verdadero placer en todas las esferas, emocional, física y psicológica.
Cuando dos personas se funden en una relación sexual apasionada y se lanzan al juego del amor, dándose goce mutuamente, crean juntas una de las más bellas y puras situaciones que podemos experimentar. El universo de los sentidos es una fuerza natural e insoslayable que todas las mujeres pueden y merecen alcanzar para llenar su vida de riqueza sensorial y plenitud.
En esta misma colección, títulos como El nuevo Kama-sutra ilustrado y Placer sin límites, que tratan  el  erotismo en  ambos sexos, han evidenciado la  necesidad de individualizar la sexualidad femenina en esta nueva obra. Así, este libro va dirigido en especial a las mujeres a fin de que disfruten de un mundo sensual vibrante y compartido, pero también a los hombres, que hallarán las pautas para entender a esas grandes desconocidas.
Introduccion del Kamasutra para la Mujer de Alicia Galloti. Mis Libros Eroticos

Elfos Oscuros 2 - Extracto del 1er capitulo

Elfos Oscuros 2 – Domada.. (trilogía)

Extracto del 1er. Capítulo – Fuente: Mis Libros Eróticos

La luz del sol había desaparecido de las grietas dentro de la espesa capa de hojas y ramaje. Pronto sería de noche. Cuando los vagones llegaron a un pequeño arroyo que discurría junto a la carretera, el Amo de la caravana hizo un alto. En silencio, con rapidez, la docena de guardias se apearon y se dedicaron a sus tareas nocturnas. Los caballos fueron bañados, las fogatas fueron construidas, y el Amo de la caravana encendió el fuego para cocinar y hacer el cocido nocturno. El ayudante del Amo, un hombre pequeño con una túnica de tejido casero y un collar de esclavo, llenó las bolsas de agua y se dispuso a darles a los esclavos de dentro de los vagones.
Suzana esperaba su turno, muy acostumbrada a la rutina después de varias noches de lo mismo. Como la más pequeña de las cinco mujeres de la carreta, ella fue la última en conseguir agua, simplemente ella se resistió a agarrar el odre[1] la primera. Mientras esperaba, echó un vistazo hacia fuera, hacia los árboles de alrededor. Con el inicio de la noche, los árboles retorcidos gigantes adquirieron un aspecto más siniestro, las ramas más altas se entrelazaban sobre el camino y el balbuciente arroyo.
 Al principio se preguntó por qué el campamento fue hecho en el camino.
Entonces una de las mujeres le explico que ese era el Bosque Oscuro. Al ver la mirada en blanco de Suzana, la mujer y algunos de sus compañeros se embarcaron en historia tras historia de personas que entraban en el bosque, para nunca ser visto otra vez. Historias de hombres arrogantes, que pensaban que el mundo era de ellos, daban un paso fuera del camino, sólo para que sus huesos fueran encontrados días más tarde y a millas de distancia, todavía dentro de su armadura. Cuando los cuerpos eran hallados, estaba claro que el daño no lo causaba el ataque de un animal.
Los cuerpos eran siempre de hombres, nunca de mujeres o niños. Algo inteligente vigilaba el bosque, algo que a menudo - pero no siempre - permitía cruzar las únicas vías, a caravanas de comercio aisladas dentro de la periferia del bosque, pero rara vez permitía que viajeros solitarios se volvieran a ver. Suzana no estaba segura de creer en las historias, pero si incluso una cuarta parte fuera verdad, valía la pena ser precavida.
Ella tomó el odre de la última mujer y bebió hasta llenarse. El abundante guiso era lo próximo. No era sabroso, pero tampoco horrible. Al menos los cuencos de madera se enjuagaban siempre en los arroyos por los que se detenían todas las noches.
 Esta noche estaba extrañamente tranquila. En noches anteriores, abundaban sonidos de animales en la hierba crujiente, distante resoplidos, y gritos a lo lejos. Los animales habían aprendido, al parecer, que los humanos estaban restringidos al camino. Pero esta noche, todos los sonidos fueron silenciados.
O habían desaparecido.
Los guardias se acurrucaban al lado de las hogueras que marcaban las esquinas del campamento, enfrentando a la oscuridad más allá de la luz. Dormían por turnos. Los que permanecían despiertos no quitaban los ojos de los siniestros árboles. El Amo de la caravana se detuvo junto a la puerta del vagón que contenía sus esclavas. Su ayudante las tomó a una por una y las llevo a la orilla del arroyo para aliviarse[2] y enjuagarse, mientras él actuaba de centinela. A pesar de que los había contratado, el Amo no se fiaba de sus guardias con las hembras. Era una carga preciosa y tenía que llegar a destino sin ser molestadas.
Especialmente Suzana. Cuando llegó su turno, él mismo la acompañó hasta las aguas poco profundas del arroyo. Luchó contra la vergüenza que obtenía noche a noche al realizar su aseo ante una audiencia. El Amo de la caravana sabía que era virgen, porque la había visto con su familia antes del naufragio que había matado a todos. Él hizo grandes esfuerzos para mantener su pureza.
Ella esperó, con los ojos desviados, mientras él abría y quitaba el cinturón de castidad atado a su cintura. No hizo mucho, vigilando cerniéndose sobre ella, alerta a cualquier de sus hombres, pudiera tener la oportunidad de ganar su premio. Ella lo ignoro lo mejor que pudo, terminó su aseo, después esperó a que pusiera de nuevo el seguro.
"¡Usted obtendrá el mejor precio!" Le paso suavemente la mano por la cabeza, acariciando su cabello largo y negro. Ella evitó sus ojos, odiando la mirada que sabía estaba allí. Una mirada lujuriosa sobre ella. No por su cuerpo, sino por el oro que su venta le traería. ¡Era repugnante!
 Ella iba delante y los guardias más cercanos le cedieron el paso, se dirigió a la carreta, con los ojos dirigidos al suelo delante de ella y no a los rostros curiosos con miradas que amenazaban con precipitarse sobre su cuerpo.  Había cometido el error de mirar para arriba durante una de las primeras noches, y todavía podía sentir el deseo palpable de los guardias, dirigido a su cuerpo.
El asistente estaba de pie junto a la puerta abierta del vagón, con una mirada en blanco en su rostro. Ella frunció el ceño hacia él, pero él no la veía. El sonido de una fuerte caída la hizo girar alrededor justo a tiempo para ver la caída del Amo de la caravana en un montón, al suelo. Se puso de pie, sorprendida, sin poder creer claramente lo que veía. ¡No solamente el Amo de la caravana estaba desmayado, sino todos sus guardias parecían estar en el mismo estado!
"¿Qué ha pasado?", Preguntó la voz asustada de una de las esclavas.
Suzana negó con la cabeza.
"¡Madre de los dioses!", Exclamó uno de los hombres del otro vagón. Suzana viró a ver lo que apuntaban en los árboles.
Ella miró. Y quedó sin aliento.
 Hombres con pieles como ningún otro, a lo lejos desde las sombras. Al principio sólo vio blancos flotantes, que pronto se materializó en el pelo de un sin número de cabezas. Los cuerpos bajo el pelo eran sorprendentes, las pieles más oscuras que la noche, brillando bajo la luna irregular. Cuerpos masculinos, músculos esculpidos en la carne oscura. Unos pocos llevaban únicamente pantalones y botas, el resto chalecos abiertos que revelaban hectáreas de piel.
Suzana dio la vuelta para ver más de ellos emerger desde el lado opuesto del camino.
¡Todos estaban alrededor! Los esclavos, solamente los que no se desmayaron en un profundo sueño, lloraron y murmuraron lastimosamente cuando los hombres de piel negra se acercaron. Suzana Sólo podía mirar, atónita. Terrorífico, sí. ¡Pero todos eran increíblemente hermosos!
Hablaban entre sí en tonos bajos, sus voces avanzando con estruendo. No era un idioma común. Incluso Suzana, que hablaba con fluidez en dos idiomas y que podría reconocer al menos una docena de otros, no lo reconoció. Algunos se detuvieron ante los hombres que estaban fuera de la carreta, para estudiar a los humanos cobardes. La mayoría de ellos, sin embargo, se acercaron a las mujeres de la carreta. Un par de ellos en particular le llamaron la atención.
Por la forma que apuntó y vociferó y otros lo obedecieron, estaba claro que él era el líder. De pie era la mitad más alto que Suzana, su torso delgado escasamente cubierto por un chaleco de color púrpura oscuro. Su pelo era de un blanco lechoso liso y caía en ondas sueltas hasta justo debajo de sus hombros. Él volvió la cabeza, y numerosos aros que agujereaban la oreja derecha brillaron. Señaló su oreja.
¿Elfos? Pero Suzana se había reunido antes con los elfos en la corte. Nunca en su vida había visto ninguno con la piel tan oscura u ojos de color rojo tan vivos como los del líder, quien estaba de pie a una distancia de un brazo delante de ella. Su compañero, igual de oscuro y exóticamente hermoso, enojado detrás del aturdido - ¿Cómo se escribe? - Ayudante, que todavía estaba en la puerta del vagón.
El dulce elfo de pelo blanqueado cayó hacia delante, ocultando su rostro, mientras se inclinaba hacia el hombre y murmuraba. El ayudante volteo los ojos echando su cabeza hacia atrás y se dejó caer al suelo.
Una mujer gritaba en el carro, el sonido penetraba en la noche tranquila. Suzana intento dar un paso atrás, sólo para encontrar su espalda apoyada contra la pared del vagón.
"No tengas miedo", dijo el líder en un claro idioma común.
"¿Quién eres?" Suzana se oyó decir.
Sus ojos, rojos como la sangre fresca brillaban débilmente, fijos en ella. Labios de obsidiana estirados hacia atrás con una media sonrisa; una ceja arqueada cubierta de nieve. "Hemos venido a salvaros, bella dama".
 Su corazón brincó.

Elfos Oscuros la trilogia de Jet Mykles

Suzana ha perdido todo lo que le era querido, su familia muertos en el mar. Ella, un mago musical de noble cuna, ha sido capturada por esclavistas. Sola, desamparada, no puede hacer nada más que llorar. Pero a continuación, la caravana de los negociantes es llevada al oscuro bosque por los misteriosos raedjour que están decididos a tomar algo que ella todavía llama suyo: su cuerpo.
La captura de Suzana es motivo de celebración entre los raedjour, las vírgenes son muy apreciadas, y se lleva a cabo un torneo, por el honor de tomar su virginidad. Y una vez que sea tomada, ella pasará a un guerrero diferente cada nueve días, hasta que encuentre a su Verdadera Pareja.
Desde el momento en que la vio, Krael supo que Suzana sería su conquista.
Su blando cuerpo le incita a la lujuria,  perfeccionada a lo largo de muchos ciclos de placer y de entrenamiento de mujeres. Tendria su cuerpo, sí, pero no tiene interés en encontrar a su Verdadera Pareja. Hasta que, el rey de Krael, ha decidido a tomarla, crece entonces la determinación de Krael decidido a ser su amo, él solo. ¿Te has preguntado cómo sería ser utilizada, complacida... Domada?

DESCARGA DIRECTA 

Memorias de una Pulga, introducción del Libro

MEMORIAS DE UNA PULGA - Libros Eróticos Para Descargar Gratis
INTRODUCCION DEL LIBRO ERÓTICO.
Es fácil comprender porqué esta contenciosa narración permanece en el anonimato. Escrita en tiempo en que el arte del simbolismo reemplazaba los peligros  de  las  expresiones realistas, su autor se  propuso, sin  duda, transmitir a sus lectores el        impulso sexual interior de un hombre, comparándolo con su aspecto exterior. A mi modo de ver, no cabe duda de que el narrador estaba tan lleno de sus descarriadas fantasías, que imaginó todas las situaciones sexuales concebibles, por muy irreales e increíbles que fuesen, con tal de dar satisfacción a su anormal lujuria.
El relato abarca un conjunto de perversiones o desviaciones sexuales comunes y anormales, y da comienzo con el despertar del deseo sexual de una  jovencita por  el  sexo  opuesto, y  que  continúa describiendo actos anormales, como aquel en el que el individuo encuentra placer sexual en ver cómo otros realizan el coito, o el exhibicionismo, en méritos del cual el hombre muestra sus  órganos  sexuales  a  una  observadora  del  género femenino, y que encuentra satisfacción en el azoro con que reacciona ella ante el espectáculo, sintiendo que ha efectuado un desfloramiento psíquico.
El autor, al presentar esta extraña situación, sitúa este aspecto desviacionista en el marco de una situación no natural. El sadismo y el masoquismo están representados por tres hombres maduros que entablan relaciones sexuales con la muchacha por las vías vaginal, anal y bucal. Sin embargo, se introduce otro aspecto desviacionista cuando se presenta a la joven como siendo de tipo ninfomaníaco, de deseos tan intensos que nunca pueden encontrar satisfacción completa, y cuya libido va in crescendo con cada nueva conquista. El incesto, es decir, las relaciones sexuales entre parientes próximos, se manifiesta cuando el tío de la muchacha la seduce también.
Por la palabra “símbolo” entendemos que se sugiere algo por relación, asociación de  ideas  o  mutuo convenio. Muchas de  nuestras imágenes recordadas  pueden ser  realzadas  y  distorsionadas, hasta  el  punto de convertirlas en grotescas. Pero en realidad     no son sino   fantasías, o combinaciones de recuerdos varios. Durante los siglos XVII y XVIII, época en que se  desarrolla la presente historia, se  produjo en Europa central un movimiento popular de protesta contra los convencionalismos, llegándose al extremo de presentar a las figuras más astutas bajo extraños aspectos, en una tentativa por escapar a los límites restrictivos. Thomas Paine dijo: “Lo sublime y lo ridículo se encuentran a menudo tan próximos, que es difícil separar uno de otro. Un paso más arriba lo sublime se vuelve ridículo; un paso por encima de lo ridículo nos lleva a lo sublime”. El presente relato, de ribaldo simbolismo, se ajusta extraordinariamente a esta definición.
El narrador de  nuestra novelita es  una pulga común y  corriente (O extraordinaria, por mejor decir, en el sentido del relato); una pulga que no es sino un insecto succionador de sangre, altamente capacitado para la vida parasitaria y  con gran capacidad para deslizarse  entre los pelos y  las plumas. La pulga humana —Pulex Irritans— acecha al hombre como lo hace la nigua. Algunos seres humanos son inmunes a las picaduras de la pulga, y no experimentan efectos  irritantes, aun cuando permanezcan por largo tiempo expuestos a las mismas. Esto explica por qué nuestro amigo —el señor Pulga— pudo viajar por todas partes, inspeccionarlo todo y contárnoslo todo. A título de disgresión, diremos que es notable la gran complejidad que pueden llegar a alcanzar los parásitos. Por ejemplo, en una determinada oruga pudieron descubrirse otras 23 variedades de insectos, cada uno de los cuales soportaba a otros 13, los que, a su vez, daban también albergue a dos o más cada uno.
Observada  en  este nivel tan  bajo, la  vida,  en  cualquiera de sus manifestaciones, tiene que ser considerada en un nuevo aspecto. Tengo para mí que el autor, con un caprichoso toque de sátira, se valió de la pulga como un símbolo de los ojos humanos, que desean ver las cosas que no pueden observar abiertamente. De esta manera las visualiza mentalmente, con lo que. de paso, para provocar sus emociones, profundiza hasta lo más hondo de la marea sexual. Los necios son mi tema; dejad que la sátira sea mi canción”.     Este   pensamiento, tomado de English  Bards and Scotch Reuiewers, suele ser aplicable cuando los hombres frustrados pugnan por desprenderse de sus inhibiciones.
Los motines iniciados al grito de “¡Abajo el papismo!”, desencadenados en 1780, revelan la inquietud en aquellos tiempos de un populacho soliviantado contra el autoritarismo y rebelándose para separar las leyes de la naturaleza de las de los hombres, al parecer diametralmente opuestas. El hombre, desde los albores de la humanidad, ha discrepado de las leyes de la naturaleza y  las  ha alterado para  adaptarlas  mejor a  sus impulsos egoístas. Es a menudo cierto que aquellos individuos que más se ajustan a un código ético abrigan en su seno los deseos sexuales más heterodoxos e insatisfechos, aunque es este subconsciente el que los encamina hacia el campo opuesto.
De manera similar, en la misma época, en las colonias de Norteamérica los puritanos sujetaban al pueblo a leyes tan estrictas que, en realidad, constituían la negación de una existencia normal. Las leyes matrimoniales significaron la separación de muchos enamorados, quienes, temerosos de disgustar a sus padres, recurrieron a entrevistas furtivas y a desahogos clandestinos.
El  amor fue  estigmatizado  en  todos  sus  aspectos  por los  teólogos puritanos como el más poderoso instrumento de Satanás, y hasta el simple idilio fue desaprobado, asociándolo con el pecado original. Con el más fútil pretexto los jóvenes eran clasificados entre    la gente más baja, anatematizándolos con palabras en las que, lisa y llanamente, se proclamaba que “es práctica común en diversos lugares destinados a los jóvenes que éstos muestren sus malvados propósitos, y se acerquen a las doncellas con fines malévolos, por lo cual se ha desarrollado mucha maldad en torno a nosotros para menosprecio de Dios y daño de nuestras personas
No hay que decir que en tales circunstancias los adolescentes, como es el caso de la juvenil Bella y de su admirador, se juntaran a escondidas para dar satisfacción a sus necesidades íntimas, En el caso de los puritanos, las leyes contra el galanteo secreto que acabamos de mencionar no aseguraron la moral, como lo prueba un simple examen de los registros judiciales de la época. En realidad, el vicio de una legislación excesiva tiende más bien a extender  los  males  que  trata  de  prevenir. Esta  rara  situación vino  a agravarse  con la costumbre del “enfardamiento”, que se hacia necesario

cuando un joven había caminado mucho para ver a su amada, y no tenía ya tiempo para regresar a su hogar.
Se le permitía entonces quedarse en la casa de la familia de la novia, en la que dormía junto con los familiares de ella, cubriéndose todos con mantas y pieles. De esto resultaba el coito entre el mozalbete y la doncella, y el acto, realizado  tan cerca de  él,  sin duda  estimulaba sexual-mente  al  padre, satisfecho de la parte que había tomado en la consumación de aquél. Por extraño que ello pueda parecer, ninguna joven era criticada por errores cometidos durante el “enfardamiento”, y éste no perjudicaba en nada las ulteriores posibilidades matrimoniales de la muchacha.
En esta misma época se promulgó una ley contra “la intemperancia, la inmoralidad y la irreverencia”, que prohibía en todo momento cualquier clase de  música, tanto de  cuerda como de  viento, en  las  tabernas y  casas públicas, así como cantar, bailar y hacer algazara en las mismas.
Para acentuar el resentimiento de la gente contra estas severas prohibiciones, fue ésta la era en que la brujería comenzó a asomar su fea cabeza. Sus verdaderos comienzos hay que buscarlos en los escritos hebreos, donde encontramos a Bebemot, deidad monstruosa descrita por Job como “poderosa criatura de cola grande como un cedro, los tendones de sus piedras están atados juntos”. El vocablo latino para indicar la piedra es testiculus, con lo cual, según se cree, se pretende asociar la divinidad con los atributos sexuales, de la misma manera que el falo se ha tenido siempre como   símbolo representativo de la actividad creadora universal. Los sacerdotes de Baal siempre entraban desnudos a sus templos, y las mujeres exhibían su cuerpo ante la imagen adornada de un falo, a la que rendían pleitesía.
En la edad media los hombres, atosigados por el cúmulo de normas y de leyes que les imponían tanto los gobernantes como los representantes de la religión, iban en busca de caminos descarriados para dar satisfacción lo mismo a su naturaleza espiritual como a la carnal. Siempre han existido dos principios de luz y sombra, en oposición y conflicto permanentes, Del centro de Europa partieron los adoradores de Satanás, oficiales de la misa negra, cuya creencia en el agnosticismo situó a la doctrina del conocimiento por encima de la fe, e incluso de la moral. A menudo se recurrió al racionalismo para acomodarse a los niveles religiosos del momento.
Tales gentes creían en un Dios bueno, pero pensaban que el mundo material, en el que estaba  incluido el cuerpo físico, era creación de  un espíritu maligno. Siendo mala la materia prima, creían que ésta no podía ser el vehículo de la gracia divina. Otros creían que la divinidad era el origen de todo —el bien y el mal— y que el hombre se inclinaba hacia la luz o hacia la sombra, siguiendo sus inclinaciones. En realidad, la brujería es una forma de dualismo religioso que a menudo encuentra adeptos entre los confusos e ignorantes miembros de la ortodoxia organizada, quienes no    pueden adaptarse a las rígidas normas a las que tienen que hacer frente.
Es en esta  confusa era donde hay  que buscar las  raíces de  estas MEMORIAS DE UNA PULGA. El hombre, siempre reacio a  someterse al conformismo y a la autoridad, pensó en poner al descubierto las fuerzas de la pasión sexual más crasa, la lujuria y la algolagnia (al causar o sufrir dolor para incrementar  el placer          sexual que proporcionan   tanto  mayor.

satisfacción a su naturaleza sexual cuanto más alta es la categoría social de las personas de quienes se trata.
El barón Gules de  Laval  Rais,  conocido como el  “Barón Negro”,  e íntimamente          asociado       con     la iglesia, fue uno    de los que fueron desenmascarados como cultivadores del satanismo. Después de su captura y  enjuiciamiento confesó  sus     monstruosas actividades  y  sus  crímenes sádicos,  cometidos en  niños a  los  que  sacrificó al  diablo,  practicando incisiones en su garganta para sorberles la sangre por la yugular, además de vio-bríos  antes y  después del sacrificio. Fue ahorcado y  quemado y después de muerto se descubrieron en la torre de su castillo los esqueletos de alrededor de doscientas de sus víctimas. Sin embargo, por extraño que parezca, cuando era conducido al suplicio rogó —y le fue permitido— que se le autorizara para arrodillarse a orar y pedir perdón a Dios y a los cientos de personas que se habían congregado para presenciar su ejecución. Tanto poder había en su verbo, y tanto magnetismo irradiaba su personalidad, que más tarde fue erigida una estatua en el lugar donde se le ajustició y quemó, y por años las mujeres estériles acudieron al sitio del sacrificio para implorar el don de la maternidad.
Cabe en lo posible que una personalidad sumamente narcisista sea la autora de este librito, MEMORIAS DE UNA PULGA.
La autosexualidad, o el amor a sí mismo, es tal vez la forma más trágica y perversa de amor sexual conocida, ya que nadie comparte con esta clase de enfermos los placeres del amor erótico. El mismo es su compañero en el acto sexual, excitado por escritos sensuales o por ideas de la naturaleza más erótica. Después que el narcisista llega al clímax de la masturbación se siente cada  vez  más solo y  culpable, así  como menos capacitado para competir con el mundo normal.
El autosexual, por lo común, es aquel a quien las circunstancias han negado el escape de la energía sexual por conductos normales o irregulares, por cuya razón se  evade  hacia el mundo de la autosexualidad. Muy a menudo llega a este punto culminante sin experimentar placer alguno que valga la pena, denotando conflicto entre el Id. la disposición inconsciente y fundamental a partir de la cual se desarrollan el anhelo y el placer, y el Súper Ego, censor interno del Ego. la parte del inconsciente influenciado por los sentidos, habiendo tomado conciencia al contacto con la realidad, y con el placer asociado al acto.
El verdadero homosexual  sólo encuentra placer sexual en  la masturbación, durante cuyo acto puede ponerse a sí mismo en relación a una situación erótica de su gusto.
LAS MEMORIAS DE UNA PULGA son un relato para mentes adultas, la expresión de una mente humana en busca de renunciar a lo anormal para encaminarse hacia lo normal, y caen dentro de un tipo de literatura que actualmente se reconoce como necesaria para el estudio de la conducta humana. Es cierto que cuando comenzamos a investigar los hechos íntimos y reales de la vida sexual del hombre tropezaremos con tantos modelos como individuos examinamos. Frecuentemente, demasiado  frecuentemente, son aquellos que en apariencia parecen reprobar las manifestaciones sexuales quienes poseen una          naturaleza más marcadamente erótica. En esta ambivalencia  de sentimientos, en el experimentar dos sentimientos

contrarios, tales  como el  amor  y  el  odio,  lo  correcto y  lo  erróneo, se encuentran las raíces mismas de la desviación y la variedad sexuales. En último término, diciéndolo con palabras de Freud:
¿quién puede decir, a fin de cuentas, qué es lo normal y  qué es lo correcto.., o lo que puede ser anormal o erróneo? ¿Quién puede decirlo?

Historia del Ojo/primera parte: EL OJO DEL GATO

Historia del Ojo, de Georges Bataille.
…EL OJO DEL GATO
Crecí muy solo y desde  que tengo  memoria  sentí  angustia  frente  a todo lo sexual. Tenía cerca de 16 años cuando en la playa de X encontré a una  joven de mi edad,  Simona. Nuestras  relaciones  se precipitaron porque  nuestras  familias  guardaban   un  parentesco  lejano.  Tres  días después de habernos  conocido, Simona y yo nos encontramos  solos en su  quinta.  Vestía  un  delantal  negro  con  cuello  blanco  almidonado. Comencé  a  advertir   que  compartía   conmigo   la  ansiedad   que  me producía  verla, ansiedad  mucho  mayor  ese día porque  intuía  que  se encontraba  completamente  desnuda  bajo su delantal.
Llevaba medias de seda negra que le subían  por encima de las rodillas; pero aún no había podido verle el culo (este nombre  que Simona y yo empleamos  siempre, es para mí el más hermoso  de los nombres  del sexo). Tenía la impresión  de que si apartaba  ligeramente  su delantal por atrás, vería sus partes impúdicas  sin ningún reparo.
En el rincón  de un corredor  había  un plato  con leche para  el gato: “Los platos están hechos para sentarse”,  me dijo Simona. “¿Apuestas a que me siento en el plato?” —”Apuesto a que no te atreves”, le respondí, casi sin aliento.
Hacia muchísimo  calor.  Simona  colocó  el plato  sobre  un  pequeño banco, se instaló  delante  de mí y, sin separar  sus ojos de los míos, se sentó  sobre  él  sin  que  yo  pudiera   ver  cómo  empapaba   sus  nalgas ardientes   en  la  leche  fresca.  Me quedé  delante  de  ella,  inmóvil;  la sangre subía a mi cabeza y mientras  ella fijaba la vista en mi verga que, erecta, distendía  mis pantalones,  yo temblaba.
Me acosté a sus pies sin que ella se moviese y por primera  vez vi su carne “rosa y negra” que se refrescaba  en la leche blanca. Permanecimos largo tiempo sin movernos, tan conmovidos el uno como el otro. De repente  se levantó  y vi escurrir la leche a lo largo de sus piernas, sobre  las medias. Se enjugó con un  pañuelo,  pausadamente, dejando alzado el pie, apoyado  en el banco, por encima  de mi cabeza y yo me froté vigorosamente  la verga sobre la ropa, agitándome  amorosamente por el suelo. El orgasmo nos llegó casi en el mismo instante  sin que nos hubiésemos  tocado;  pero  cuando  su madre  regresó,  aproveché,  mientras yo permanecía sentado y ella se echaba tiernamente  en sus brazos, para levantarle  por atrás el delantal sin que nadie lo notase y poner mi mano en su culo, entre sus dos ardientes  muslos.
Regresé corriendo  a mi casa, ávido de masturbarme   de nuevo; y al día siguiente  por la noche estaba  tan ojeroso  que Simona, después  de haberme  contemplado  largo rato,  escondió  la cabeza en mi espalda  y me dijo seriamente  “no quiero que te masturbes  sin mí”.
Así empezaron  entre  la jovencita y yo relaciones  tan cercanas  y tan obligatorias  que nos era casi imposible pasar una semana sin vernos. Y sin embargo, apenas hablábamos de ello. Comprendo  que ella experimente los mismos sentimientos  que yo cuando  nos vemos, pero me es difícil describirlos.  Recuerdo un día cuando viajábamos a toda velocidad  en auto  y atropellamos  a una  ciclista  que debió  haber  sido muy joven y muy bella: su cuello había  quedado  casi decapitado  entre  las ruedas.  Nos detuvimos  mucho  tiempo,  algunos  metros  más adelante, para  contemplar  a la muerta.  La impresión  de horror  y de desesperación que nos provocaba ese montón de carne ensangrentada, alternativamente  bella o nauseabunda,   equivale  en parte  a la impresión  que resentíamos  al mirarnos.  Simona es grande y hermosa.  Habitualmente es muy sencilla: no tiene nada  de angustiado  ni en la mirada  ni en la voz. Sin embargo,  en lo sexual se muestra  tan  bruscamente   ávida de todo lo que violenta  el orden  que basta  el más imperceptible  llamado de los sentidos para que de un golpe su rostro adquiera  un carácter que sugiere  directamente   todo  aquello  que  está  ligado  a  la  sexualidad profunda,  por  ejemplo:  la sangre,  el terror  súbito,  el crimen,  [30] el ahogo, todo lo que destruye  indefinidamente   la beatitud  y la honestidad  humanas. Vi por primera  vez esa  contracción   muda  y absoluta (que yo compartía)  el día en que se sentó  sobre  el plato  de leche. Es cierto  que  apenas  nos  mirábamos   fijamente,  excepto  en  momentos parecidos.  Pero  no  estamos  satisfechos  y sólo jugamos durante  los cortos momentos  de distensión  que siguen al orgasmo.
Debo  advertir  que  nos  mantuvimos   largo  tiempo  sin  acoplarnos. Aprovechábamos  todas  las circunstancias  para  librarnos  a actos poco comunes.  No sólo  carecíamos  totalmente   de pudor,  sino  que  por  lo contrario  algo impreciso  nos obligaba a desafiarlo  juntos, tan impúdicamente como nos era posible. Es así que justo después de que ella me pidió que no me masturbase solo (nos habíamos  encontrado en lo alto de un acantilado),  me bajó el pantalón  me hizo extenderme por tierra; luego  ella se alzó  el vestido,  se sentó  sobre  mi  vientre  dándome  la espalda  y empezó  a orinar  mientras  yo le metía  un dedo  por el culo, que  mi  semen  joven  había  vuelto  untuoso.  Luego se acostó,  con  la cabeza  bajo mi verga, entre mis piernas;  su culo al aire hizo que  su cuerpo cayera sobre mí; yo levanté la cara lo bastante  para mantenerla a la altura  de su culo: —sus rodillas  acabaron  apoyándose  sobre  mis hombros—.  “¿No puedes  hacer  pipí  en el aire  para  que  caiga en mi culo?”, me dijo “—Sí, le respondí,  pero  como estás colocada,  mi orín caerá forzosamente  sobre  tus ropas  y tu cara—.” “¡Qué importa!”  me contestó.
Hice lo que me dijo, pero apenas lo había hecho la inundé  de nuevo, pero esta vez de hermoso y blanco semen.
El olor de la mar se mezclaba entretanto con el de la ropa mojada, el de nuestros  cuerpos desnudos  y el del semen. Caía la tarde y permanecimos  en esta  extraordinaria   posición  sin movernos,  hasta  que escuchamos unos pasos que rozaban la hierba.
—”No te muevas, te lo suplico”, me pidió Simona. Los pasos se detuvieron pero nos era imposible ver quién se acercaba. Nuestras  respiraciones se habían cortado al unísono. Levantado así por los aires, el culo de Simona representaba  en verdad una plegaria todopoderosa,  a causa de  la  extrema  perfección  de  sus  dos  nalgas,  angostas   y  delicadas, profundamente   tajadas;  estaba  seguro  de que  el hombre  o la mujer desconocidos  que la vieran sucumbirían  de inmediato  a la necesidad de masturbarse   sin fin al mirarlas.  Los pasos  recomenzaron,   precipitándose, casi en carrera;  luego vi aparecer  de repente  a una encantadora joven rubia, Marcela, la más pura y conmovedora  de nuestras  amigas.

Estábamos  tan  fuertemente  arracimados   en nuestras  horribles  actitudes  que  no  pudimos   movernos   ni  siquiera   un  palmo  y  nuestra desgraciada   amiga  cayó  sobre  la  hierba   sollozando.   Sólo  entonces cambiamos   nuestra   extravagante   posición   para   echarnos   sobre   el cuerpo  que se nos libraba  en abandono.  Simona le levantó la falda, le arrancó  el calzón y me mostró,  embriagada,  un nuevo culo, tan bello, tan puro,  como el suyo. La besé con rabia  al tiempo  que la masturbaba:  sus piernas se cerraron  sobre los riñones  de la extraña  Marcela que ya no podía disimular  los sollozos.
—Marcela  —le dije—,  te  lo suplico,  ya no  llores.  Quiero  que  me beses en la boca...
Simona le acariciaba  sus hermosos  cabellos lisos y la besaba afectuosamente por todas partes.
Mientras  tanto,  el cielo se había  puesto  totalmente  oscuro  y, con la noche, caían gruesas gotas de lluvia que provocaban  la calma después del agotamiento  de una jornada  tórrida  y sin aire. El mar empezaba  un ruido  enorme  dominado   por  el fragor  del trueno,  y los relámpagos dejaban   ver  bruscamente,   como  si  fuera  pleno  día,  los  dos  culos masturbados   de  las  muchachas   que  se  habían  quedado  mudas.  Un frenesí brutal animaba          nuestros cuerpos. Dos          bocas juveniles se disputaban   mi  culo,  mis  testículos  y mi  verga;  pero yo no  dejé  de apartar   piernas  de  mujer,  húmedas   de  saliva  o  de  semen,  como  si hubiese querido huir del abrazo de un monstruo,  aunque ese monstruo no fuera más que la extraordinaria   violencia de mis movimientos.  La lluvia caliente  caía por  fin en torrentes  y nos bañaba  todo  el cuerpo enteramente  expuesto  a su furia. Grandes truenos  nos quebrantaban y aumentaban cada  vez más  nuestra   cólera,  arrancándonos    gritos  de rabia, redoblada  cada vez que el relámpago  dejaba ver nuestras  partes sexuales. Simona había caído en un charco de lodo y se embarraba el cuerpo  con furor:  se masturbaba   con la tierra  y gozaba violentamente, golpeada  por  el aguacero,  con  mi  cabeza  abrazada  entre  sus piernas sucias de tierra, su rostro enterrado  en el charco donde agitaba con brutalidad   el culo de Marcela, que  la tenía  abrazada  por  detrás, tirando  de su muslo para abrírselo con fuerza.

Alimento de Eros: Curso de cocina Afrodisiaca

ALIMENTO DE EROS

(suprema de pollo con frutos del bosque y pure de castañas)
Ingredientes para dos amantes:
-2 supremas de pollo(sin piel)
-1 cucharada de manteca
-1 cucharada de miel
-1 cucharada de mostaza
-1 vaso de vino blanco -seco-
-1 cucharada de maicena
-1/2 cucharadita de curry picante
-sal y pimienta a gusto.
Varios:
-6 frutillas
-10 frambuesas
-6 ceresas
-20 arandamos
-10 moras o cherris
-1 kiwi
-1 durazno
-1 pera
-2 cucharadas de pasas de uvas verdes y morenas remojadas en vino blanco.
-1 cucharada de pistachos partidos
-2 cucharadas de almendras molidas grueso.
-1 cucharada de piñones
-1a2 gotas de esencia de rosas
-Los petalos de una rosa roja
-10 violetas
-6 flores de albahaca
-6 flores de romero
-hojas de albahaca para decorar
Guarnición:
-Pure hecho con 1/2 kg. de castañas, (puede reemplazarse con puré de batatas)
Dorar en una sarten las supremas en manteca de ambos lados. Sasonar con sal, pimienta y curry. Agregar la miel y la mostaza, incorporar el vino blanco y dejar evaporar un poco. Cocinar unos ocho minutos -si hace falta agregar más vino, no debe secarse-. Incorporar las frutas enteras menos el kiwi, durazno y pera que sean cortados en gajos. La esencia de rosa, las almendras, pistacho y piñones. Cocinar un minuto más. Incorporar la maicena disuelta en un poco de agua fria, revolver hasta que espece.
Servir con una guarnicion de pure de castañas o batatas, y decorarlo con las flores y hojas.
-Acompañar con Champagne brut o demisec-

(...) Oh carne , carne mía, mujer que amé y perdí,
a tí en esta hora húmeda, evoco y hago canto.
Como un vaso albergaste la infinita ternura,
y el infinito olvido te trizo como a un vaso.
Era la sed y el hambre, y tú fuiste la fruta.
Era el duelo y las ruinas, y tú fuiste el milagro.
Ah mujer, no sé como pudiste contenerme
en la tierra de tu alma, y en la cruz de tus brazos!
Mi deseo de ti fue el más terrible y corto,}
el más revuelto y ebrio, el más tirante y ávido.
Cementerio de besos, aun hay fuego en tus tumbas.
aún los racimos arden picoteados de pájaros.
Oh la boca mordida, oh los besados miembros,
oh los hambrientos dientes, oh los cuerpos trenzados.
Oh la cópula loca de esperanza y esfuerzo
en que nos anudamos y nos desesperamos.
Y la ternura, leve como el agua y la harina.
Y la palabra apenas comenzada en los labios.
Ese fue mi destino y en él viajo mi anhelo,
y en él cayo mi anhelo, todo en tí fue naufragio!
-Pablo Neruda-
..Extracto del Libro: Curso de Cocina Afrodisiaca.

Anne Rice - El Rapto de la bella durmiente http://www.mislibroseroticos.com

Belladurmiente
El rapto de la Bella Durmiente es el primer libro erotico de una trilogía en base al conocido cuento de hadas, esta vez presentado en versión spanka. Le siguieron a este primer título El castigo de la Bella Durmiento y La liberación de la Bella Durmiente. Este primer libro se presenta como una especie de continuación del popular cuento. Viene a contar lo que presumiblemente le ocurre a la Bella cuando es despertada tras dormir los consabidos 100 años. Pero el principe despertador no demora en someter a Bella a una esclavitud absoluta donde los castigos abundan.