Anais Nin, Henry y June


Anaïs Nin supo muy pronto que iba a ser escritora. A los siete años firmaba sus relatos: «Anaïs Nin, miembro de la Academia Francesa.» En su francés de colegiala escribió numerosos cuentos y obras de teatro que brotaban de forma espontánea de su imagina­ción sumamente dramática, acentuada por su necesidad de contro­lar a sus dos hermanos menores. Anaïs descubrió que solamente alcanzaba ese control contándoles historias interminables y dán­doles papeles en sus producciones teatrales. 
En 1914, a los once años, comenzó el ahora famoso diario como una serie de cartas a su padre, que había abandonado a la familia. Trataba al diario como a un confidente y escribió en él casi cada día de su vida, en francés hasta 1920, y en inglés después. (Los ma­nuscritos, que ocupan unas 35.000 páginas, se hallan en el Departa­mento de Colecciones Especiales de la Universidad de California, en Los Angeles.) La disciplina de escribir un diario sin lectores ni censura confirió a Anaïs, a lo largo de los años, una habilidad es­pecial para describir sus emociones, que alcanzó en el período de Henry y June, iniciado en 1931.
Escribió de forma continua, tanto obras de ficción como en el diario, durante cuarenta y cinco años más. La Anaïs del diario y la Anaïs novelista tenían una relación incómoda. En 1933 escribió en el diario: «Mi libro (una novela) y mi diario se interponen cons­tantemente el uno en el camino del otro. Me es imposible divorciar­los ni reconciliarlos. Sin embargo, soy más leal a mi diario. Incluyo páginas del diario en el libro, pero nunca pongo páginas del libro en el diario, lo cual viene a demostrar una lealtad humana a la au­tenticidad humana del diario.»
A finales de los años veinte, John Erskine le expresó a Anaïs que su diario contenía lo mejor que había escrito y ella empezó a darle vueltas a la idea de publicar «muchas de sus páginas». En aquel momento hubiera podido publicarse completo, pues no tenía nada que ocultar. Fue a partir de entonces cuando Anaïs elaboró varios planes de publicación: transformar el diario en ficción, pre­sentarlo bajo forma de diario con nombres ficticios, o bien incluir tanto nombres ficticios como reales. Sin embargo en 1932, año en que inició con Henry Miller lo que iba a convertirse en una bús­queda del amor perfecto que se prolongaría a lo largo de toda su vida, se dio cuenta de que no podría publicar el diario tal como lo escribía sin herir a su esposo, Hugh Guiler, así como a otros. Se dedicó, entonces, a publicar sus escritos en ficción.
A mediados de la década de los treinta, tras comprobar que con sus relatos y novelas no obtenía sino un reconocimiento limi­tado a su círculo, ideó otro método más factible de publicar el diario evitando el riesgo de herir a los demás. Decidió usar los nombres verdaderos pero, eso sí, omitiendo todo lo referente a su vida personal, a su marido y a sus amantes.
Después de leer Henry y June, cualquiera que conozca el primer diario publicado (1966) se dará cuenta de que se trataba de un ingeniosísimo recurso. Proba­blemente, la Anaïs del diario hubiera dado comienzo al texto ini­cial en su verdadero inicio, en 1914, mas la Anaïs novelista, siempre dominante, decidió empezar en 1931, el período más interesante y dramático, justo cuando acababa de conocer a Henry y June Miller. Es un repaso de ese período desde una perspectiva distinta y presenta un material que fue excluido del diario original y que nunca ha sido publicado. Era deseo de Anaïs que se contase toda la historia.
El texto ha sido extraído de los diarios treinta y dos a treinta y seis, titulados «June», «Los poseídos», «Henry», «Apoteosis y caí­da», y «Diario de una poseída», escritos entre octubre de 1931 y octubre de 1932. Se han elegido los pasajes que se centran en la historia de Anaïs, Henry y June. Se ha excluido en su mayoría el material aparecido en Diario I (1931-1934), aunque algunos frag­mentos aparecen repetidos con el fin de que el relato resulte cohe­rente.
Éste fue el período más fecundo de Anaïs en lo que hace refe­rencia al diario. Sólo en 1932, llenó seis cuadernos. En ellos encon­tramos sus primeras experiencias en el género erótico. La puritana muchacha católica, incapaz de describir en su diario lo que para su mente inocente no eran sino experiencias salaces de modelo, se enfrentaba ahora a la necesidad de registrar el despertar de su pa­sión. Naturalmente, ésta se vio influida por el estilo y el vocabulario de Henry Miller, pero a la pos­tre prevalece su propia voz y sus es­critos reflejan el frenesí emocional y físico de ese trascendental año de su vida. Jamás volvería a ser tan fogosa.

Rupert Pole. Albacea, Fideicomiso de Anaïs Nin Los Angeles, California. Febrero, 1986


PARÍS. OCTUBRE 1931

Mi primo Eduardo llegó ayer a Louveciennes. Charlamos a lo largo de seis horas. Él llegó a la misma conclusión que yo: que ne­cesito una mente mayor, un padre, un hombre más fuerte que yo, un amante que me guíe en el amor, porque todo lo demás es dema­siado autocreado. El impulso de crecer y de vivir intensamente es tan imperioso en mí que me es imposible resistirme a él. Trabajaré, amaré a mi marido, pero también me realizaré a mí misma.
Mientras hablábamos, Eduardo empezó a temblar de repente y me tomó la mano. Dijo que yo le pertenecía desde un buen co­mienzo, que un obstáculo se interponía entre nosotros: su miedo a la impotencia porque, al principio, yo había despertado en él un amor ideal. Le ha afectado enormemente el darse cuenta que los dos buscamos una experiencia que tal vez nos hubiéramos podido proporcionar mutuamente. También a mí me ha parecido extraño. Los hombres que quería no los podía conseguir. Pero estoy decidida a vivir la experiencia en cuando se cruce en mi camino.
–La sensualidad es un secreto poder en mi cuerpo –dije a Eduardo–. Algún día se manifestará, sana y abierta. Espera un poco.
¿O es que el secreto del obstáculo que se interpone entre no­sotros no consiste en que su tipo es la mujer corpulenta y rolliza, bien arraigada a la tierra, en tanto que yo seré siempre la virgen-prostituta, el ángel perverso, la mujer siniestra y virtuosa de dos caras?

Hugo llegó a casa tarde durante una semana seguida y yo no di muestras de enfado, tal como me había propuesto. El viernes em­pezó a preocuparse y dijo:
–¿No te das cuenta de que son las ocho menos veinte, de que he llegado muy tarde? –Los dos nos echamos a reír. No le gustó mi indiferencia.
Por otra parte, nuestras disputas, cuando se producen, parecen más intensas y emocionales. ¿Son nuestras emociones más fuertes ahora que les damos rienda suelta? En nuestras reconciliaciones se da cierta desesperación, una nueva violencia tanto en los enfados como en el amor. No persiste más que el problema de los celos. Es el único obstáculo a nuestra completa libertad. Ni siquiera puedo hacer mención a mi deseo de ir a un cabaret donde pudiéramos bai­lar con bailarines profesionales.
Ahora llamo a Hugo mi «pequeño magnate». Tiene un nuevo despacho privado del tamaño de un estudio. El edificio entero que ocupa el Banco es magnífico y estimulante. Muchas veces lo espero en la sala de juntas, donde hay unos murales con vistas aéreas de Nueva York, y siento que la fuerza de esa ciudad alcanza hasta aquí. Ya no me dedico a criticar su trabajo porque ese conflicto lo hunde. Ambos hemos aceptado al banquero genial como una realidad y al artista como una muy vaga posibilidad. Sin embargo, la psicología, que es un pensamiento científico, se ha convertido en eficaz puente entre sus actividades bancarias y mi trabajo de escritora. Dicho puente puede cruzarlo sin excesivos sobresaltos.
Es cierto, como dice Hugo, que yo llevo mis pensamientos y especulaciones al diario y que él sólo es consciente del dolor que puedo causarle cuando ocurre algún incidente. Sin embargo, yo soy su diario. Sólo es capaz de pensar en voz alta conmigo o a tra­vés mío. El domingo por la mañana empezó a pensar en voz alta acerca de las mismas cosas que yo había consignado en el diario, de la necesidad de orgías o de buscar satisfacción en otras direccio­nes. Cayó en la cuenta de esa necesidad mientras hablaba. Decía que ojalá pudiera ir al baile de Quartz Art. Se quedó tan sorpren­dido de sí mismo como yo ante la repentina alteración de su ex­presión, de la relajación de su boca, y de la aparición de unos ins­tintos que nunca hasta entonces habían aflorado a la superficie.
Intelectualmente me lo esperaba, y sin embargo me desmoroné. Sentí un agudo conflicto entre ayudarlo a aceptar su propia natu­raleza y preservar nuestro amor. En tanto le pedía perdón por mi debilidad, sollocé. Se mostró tierno y desesperadamente arrepentido; me hizo alocadas promesas que no acepté. Cuando cesó mi dolor, salimos al jardín.
Le propuse todo tipo de soluciones. Uno era que me dejara marchar a Zurich a estudiar para dejarle temporalmente en liber­tad. Nos dábamos plena cuenta de que no éramos capaces de hacer frente a nuestras nuevas experiencias ante los ojos del otro. Otra era dejarle vivir en París durante un tiempo: yo me quedaría en Louveciennes y le diría a mi madre que él se encontraba de viaje. Lo único que yo pedía era tiempo y distancia entre nosotros, que me permitieran enfrentarme a la vida a la que nos estábamos lan­zando.
Él rehusó. Dijo que en aquel momento no podría soportar mi ausencia. Sencillamente, habíamos cometido un error: habíamos progresado con demasiada rapidez. Habíamos provocado problemas que, físicamente, éramos incapaces de afrontar. Él estaba agotado, casi enfermo, y yo también.
Nuestro deseo es disfrutar de nuestra nueva intimidad durante cierto tiempo, vivir enteramente en el presente, posponer todo lo demás. Únicamente nos pedimos tiempo para volver a ser razona­bles, para aceptarnos a nosotros mismos y a las nuevas condiciones.
–¿El deseo de orgías es una de esas experiencias que es pre­ciso vivir? –pregunté yo a Eduardo–. Y, una vez vividas, ¿se pue­de seguir adelante, sin volver a sentir idénticos deseos?
–No. –dijo–. Una vida de liberación de los instintos se com­pone de diferentes estratos. El primero conduce al segundo, el se­gundo al tercero y así sucesivamente. Al final, se llega a los placeres anormales. No sabía cómo Hugo y yo podíamos preservar nuestro amor en esta liberación de los instintos. Las experiencias físicas, puesto que están faltas de la alegría del amor, requieren de artilugios y de perversiones para conseguir el placer. El placer anormal anula el gusto por el normal.
Todo esto, Hugo y yo lo sabíamos. Anoche, cuando hablamos, juró que no deseaba a nadie más que a mí. También yo estoy ena­morada de él, de modo que vamos a dejar este asunto en un se­gundo plano. Sin embargo, la amenaza de esos instintos díscolos está ahí, en el propio amor que sentimos.

Kamasutra de imágenes occidentales

La unión del Antílope.

De rodillas sobre el suelo, la mujer se yergue tomando apoyo contra el borde de la cama. El hombre la penetra por detrás, erguido sobre las rodillas.

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Variante : la mujer puede, o guardar sus piernas abiertas, colocándolas por ambas partes de las de su pareja para ofrecer una apertura vaginal máxima, o cerrar sus muslos uno contra el otro para comprimir la vagina y así apretar la verga.
Los más
·       Buena estimulación de las paredes frontales de la vagina y del punto G.
·       Posibilidad para el hombre de estimular el clítoris y los senos de su pareja
·       La mujer puede fantasear más fácilmente sobre parejas imaginarias.
Los menos
·       Cuidado con los rasguños de las rodillas.

La postura del Arbol a Fruta.

Una variante de la posición del Indra proporcionando sensaciones similares disminuyendo la sensación de aplastamiento ejercido por el hombre sobre su pareja. La mujer guarda una pierna sobre el busto del hombre y libera la otra desplegándola sobre el costado.


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*                 Penetración profunda.
*                 Fuerte estimulación gracias a la compresión del vientre y de la vagina.
Los menos
*                 Potencialmente doloroso si el pene toca el fondo de la vagina.


La postura de la Balanza.

El hombre está sentado sobre el borde de la cama o sobre una silla. La mujer le da la espalda antes de sentarse sobre sus muslos. Una vez el pene en ella, ella puede entonces agacharse hacia adelante para llegar a una posición de equilibrio y balancearse a lo largo del pene. Para estabilizar la posición, la mujer cogerá apoyo sobre las rodillas del hombre que la sostendrá por los senos.


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Los más
*                 Posición permitiendo una penetración bastante profunda y una buena amplitud de movimiento vertical.
*                 El hombre puede fácilmente acariciar los senos y el clítoris de su pareja para llevarla más fácilmente al orgasmo.
Los menos
*                 Posición de equilibrio difícil de dominar. 


El Kamasutra ilustrado en imágenes occidentales para Descargar en Mis Libros Eróticos

¡Que me engañen siempre asi! Narración del Marques de Sade..

Extracto de “Cuentos, historietas y fábulas” del Marques de Sade.

¡QUE ME ENGAÑEN SIEMPRE ASÍ!

Hay pocos seres en el mundo tan libertinos como el cardenal de..., cuyo nombre, teniendo en cuenta su todavía sana y vigorosa existencia, me permitiréis que calle. Su Eminencia tiene concertado un arreglo, en Roma, con una de esas mujeres cuya servicial profesión es la de proporcionar a los libertinos el material que necesitan como sustento de sus pasiones; todas las mañanas le lleva una muchachita de trece o catorce años, todo lo más, pero con la que monseñor no goza más que de esa incongruente manera que hace, por lo general, las delicias de los italianos, gracias a lo cual la vestal sale de las manos de Su Ilustrísima poco más o menos tan virgen como llegó a ellas, y puede ser revendida otra vez como doncella a algún libertino más decente. A aquella matrona, que se conocía perfectamente las máximas del cardenal, no hallando un día a mano el material que se había comprometido a suministrar diariamente, se le ocurrió hacer vestir de niña a un guapísimo niño del coro de la iglesia del jefe de los apóstoles; le peinaron, le pusieron una cofia, unas enaguas y todos los atavíos necesarios para convencer al santo hombre de Dios. No le pudieron prestar, sin embargo, lo que le habría asegurado verdaderamente un parecido perfecto con el sexo al que tenía que suplantar, pero este detalle preocupaba poquísimo a la alcahueta... «En su vida ha puesto la mano en ese sitio -comentaba ésta a la compañera que la ayudaba en la superchería-; sin ninguna duda explorará única y exclusivamente aquello que hace a este niño igual a todas las niñas del universo; así, pues, no tenemos nada que temer...»
Pero la comadre se equivocaba. Ignoraba sin duda que un cardenal italiano tiene un tacto demasiado delicado y un paladar demasiado exquisito como para equivocarse en cosas semejantes; comparece la víctima, el gran sacerdote la inmola, pero a la tercera sacudida:
-¡Per Dio santo! -exclama el hombre de Dios-. ¡Sono ingannato, quésto bambino è ragazzo, mai non fu putana!
Y lo comprueba... No viendo nada, sin embargo, excesivamente enojoso en esta aventu- ra para un habitante de la ciudad santa, Su Eminencia sigue su camino diciendo tal vez como aquel campesino al que le sirvieron trufas en lugar de patatas: «¡Qué me engañen siempre así!» Pero cuando la operación ha terminado:
-Señora -dice a la dueña-, no os culpo por vuestro error.
-Perdonad, monseñor.
-No, no, os repito, no os culpo por ello, pero si esto os vuelve a suceder no dejéis de advertírmelo, porque... lo que no vea al principio lo descubriré más adelante.

Kamasutra para la Mujer

Hace ya varias décadas que las mujeres iniciaron una verdadera «revolución», reclamando el derecho a disfrutar libremente de su sexualidad y, sin embargo, pese a los grandes cambios sociales que las han llevado a avanzar en todos los aspectos, el erotismo -para muchas- sigue siendo una esfera limitada.
Esto sucede porque a veces resulta imposible desvincular el goce sensual del amor pero, si bien es cierto que las emociones y la proximidad afectiva son importantes, también lo es la pasión, ya que se puede sentir atracción física al margen de otros sentimientos. Asimismo, sen la edad, los prejuicios o la educación restrictiva siguen pesando demasiado.
Mientras el hombre acepta sin problemas este aspecto de su vida, estimulado por la sociedad, la asignatura pendiente de la mujer de este nuevo siglo es comprender que sus Instintos sexuales son naturales, por lo que deben no sólo no reprimirlos, sino disfrutarlos plenamente. Sentirse atraída y excitada por un hombre y gozar de la sensualidad no es libertinaje sino auntica libertad que, si la mujer la vive sin culpas ni verenza, le procurará verdadero placer en todas las esferas, emocional, física y psicológica.
Cuando dos personas se funden en una relación sexual apasionada y se lanzan al juego del amor, dándose goce mutuamente, crean juntas una de las más bellas y puras situaciones que podemos experimentar. El universo de los sentidos es una fuerza natural e insoslayable que todas las mujeres pueden y merecen alcanzar para llenar su vida de riqueza sensorial y plenitud.
En esta misma colección, títulos como El nuevo Kama-sutra ilustrado y Placer sin límites, que tratan  el  erotismo en  ambos sexos, han evidenciado la  necesidad de individualizar la sexualidad femenina en esta nueva obra. Así, este libro va dirigido en especial a las mujeres a fin de que disfruten de un mundo sensual vibrante y compartido, pero también a los hombres, que hallarán las pautas para entender a esas grandes desconocidas.
Introduccion del Kamasutra para la Mujer de Alicia Galloti. Mis Libros Eroticos

Elfos Oscuros 2 - Extracto del 1er capitulo

Elfos Oscuros 2 – Domada.. (trilogía)

Extracto del 1er. Capítulo – Fuente: Mis Libros Eróticos

La luz del sol había desaparecido de las grietas dentro de la espesa capa de hojas y ramaje. Pronto sería de noche. Cuando los vagones llegaron a un pequeño arroyo que discurría junto a la carretera, el Amo de la caravana hizo un alto. En silencio, con rapidez, la docena de guardias se apearon y se dedicaron a sus tareas nocturnas. Los caballos fueron bañados, las fogatas fueron construidas, y el Amo de la caravana encendió el fuego para cocinar y hacer el cocido nocturno. El ayudante del Amo, un hombre pequeño con una túnica de tejido casero y un collar de esclavo, llenó las bolsas de agua y se dispuso a darles a los esclavos de dentro de los vagones.
Suzana esperaba su turno, muy acostumbrada a la rutina después de varias noches de lo mismo. Como la más pequeña de las cinco mujeres de la carreta, ella fue la última en conseguir agua, simplemente ella se resistió a agarrar el odre[1] la primera. Mientras esperaba, echó un vistazo hacia fuera, hacia los árboles de alrededor. Con el inicio de la noche, los árboles retorcidos gigantes adquirieron un aspecto más siniestro, las ramas más altas se entrelazaban sobre el camino y el balbuciente arroyo.
 Al principio se preguntó por qué el campamento fue hecho en el camino.
Entonces una de las mujeres le explico que ese era el Bosque Oscuro. Al ver la mirada en blanco de Suzana, la mujer y algunos de sus compañeros se embarcaron en historia tras historia de personas que entraban en el bosque, para nunca ser visto otra vez. Historias de hombres arrogantes, que pensaban que el mundo era de ellos, daban un paso fuera del camino, sólo para que sus huesos fueran encontrados días más tarde y a millas de distancia, todavía dentro de su armadura. Cuando los cuerpos eran hallados, estaba claro que el daño no lo causaba el ataque de un animal.
Los cuerpos eran siempre de hombres, nunca de mujeres o niños. Algo inteligente vigilaba el bosque, algo que a menudo - pero no siempre - permitía cruzar las únicas vías, a caravanas de comercio aisladas dentro de la periferia del bosque, pero rara vez permitía que viajeros solitarios se volvieran a ver. Suzana no estaba segura de creer en las historias, pero si incluso una cuarta parte fuera verdad, valía la pena ser precavida.
Ella tomó el odre de la última mujer y bebió hasta llenarse. El abundante guiso era lo próximo. No era sabroso, pero tampoco horrible. Al menos los cuencos de madera se enjuagaban siempre en los arroyos por los que se detenían todas las noches.
 Esta noche estaba extrañamente tranquila. En noches anteriores, abundaban sonidos de animales en la hierba crujiente, distante resoplidos, y gritos a lo lejos. Los animales habían aprendido, al parecer, que los humanos estaban restringidos al camino. Pero esta noche, todos los sonidos fueron silenciados.
O habían desaparecido.
Los guardias se acurrucaban al lado de las hogueras que marcaban las esquinas del campamento, enfrentando a la oscuridad más allá de la luz. Dormían por turnos. Los que permanecían despiertos no quitaban los ojos de los siniestros árboles. El Amo de la caravana se detuvo junto a la puerta del vagón que contenía sus esclavas. Su ayudante las tomó a una por una y las llevo a la orilla del arroyo para aliviarse[2] y enjuagarse, mientras él actuaba de centinela. A pesar de que los había contratado, el Amo no se fiaba de sus guardias con las hembras. Era una carga preciosa y tenía que llegar a destino sin ser molestadas.
Especialmente Suzana. Cuando llegó su turno, él mismo la acompañó hasta las aguas poco profundas del arroyo. Luchó contra la vergüenza que obtenía noche a noche al realizar su aseo ante una audiencia. El Amo de la caravana sabía que era virgen, porque la había visto con su familia antes del naufragio que había matado a todos. Él hizo grandes esfuerzos para mantener su pureza.
Ella esperó, con los ojos desviados, mientras él abría y quitaba el cinturón de castidad atado a su cintura. No hizo mucho, vigilando cerniéndose sobre ella, alerta a cualquier de sus hombres, pudiera tener la oportunidad de ganar su premio. Ella lo ignoro lo mejor que pudo, terminó su aseo, después esperó a que pusiera de nuevo el seguro.
"¡Usted obtendrá el mejor precio!" Le paso suavemente la mano por la cabeza, acariciando su cabello largo y negro. Ella evitó sus ojos, odiando la mirada que sabía estaba allí. Una mirada lujuriosa sobre ella. No por su cuerpo, sino por el oro que su venta le traería. ¡Era repugnante!
 Ella iba delante y los guardias más cercanos le cedieron el paso, se dirigió a la carreta, con los ojos dirigidos al suelo delante de ella y no a los rostros curiosos con miradas que amenazaban con precipitarse sobre su cuerpo.  Había cometido el error de mirar para arriba durante una de las primeras noches, y todavía podía sentir el deseo palpable de los guardias, dirigido a su cuerpo.
El asistente estaba de pie junto a la puerta abierta del vagón, con una mirada en blanco en su rostro. Ella frunció el ceño hacia él, pero él no la veía. El sonido de una fuerte caída la hizo girar alrededor justo a tiempo para ver la caída del Amo de la caravana en un montón, al suelo. Se puso de pie, sorprendida, sin poder creer claramente lo que veía. ¡No solamente el Amo de la caravana estaba desmayado, sino todos sus guardias parecían estar en el mismo estado!
"¿Qué ha pasado?", Preguntó la voz asustada de una de las esclavas.
Suzana negó con la cabeza.
"¡Madre de los dioses!", Exclamó uno de los hombres del otro vagón. Suzana viró a ver lo que apuntaban en los árboles.
Ella miró. Y quedó sin aliento.
 Hombres con pieles como ningún otro, a lo lejos desde las sombras. Al principio sólo vio blancos flotantes, que pronto se materializó en el pelo de un sin número de cabezas. Los cuerpos bajo el pelo eran sorprendentes, las pieles más oscuras que la noche, brillando bajo la luna irregular. Cuerpos masculinos, músculos esculpidos en la carne oscura. Unos pocos llevaban únicamente pantalones y botas, el resto chalecos abiertos que revelaban hectáreas de piel.
Suzana dio la vuelta para ver más de ellos emerger desde el lado opuesto del camino.
¡Todos estaban alrededor! Los esclavos, solamente los que no se desmayaron en un profundo sueño, lloraron y murmuraron lastimosamente cuando los hombres de piel negra se acercaron. Suzana Sólo podía mirar, atónita. Terrorífico, sí. ¡Pero todos eran increíblemente hermosos!
Hablaban entre sí en tonos bajos, sus voces avanzando con estruendo. No era un idioma común. Incluso Suzana, que hablaba con fluidez en dos idiomas y que podría reconocer al menos una docena de otros, no lo reconoció. Algunos se detuvieron ante los hombres que estaban fuera de la carreta, para estudiar a los humanos cobardes. La mayoría de ellos, sin embargo, se acercaron a las mujeres de la carreta. Un par de ellos en particular le llamaron la atención.
Por la forma que apuntó y vociferó y otros lo obedecieron, estaba claro que él era el líder. De pie era la mitad más alto que Suzana, su torso delgado escasamente cubierto por un chaleco de color púrpura oscuro. Su pelo era de un blanco lechoso liso y caía en ondas sueltas hasta justo debajo de sus hombros. Él volvió la cabeza, y numerosos aros que agujereaban la oreja derecha brillaron. Señaló su oreja.
¿Elfos? Pero Suzana se había reunido antes con los elfos en la corte. Nunca en su vida había visto ninguno con la piel tan oscura u ojos de color rojo tan vivos como los del líder, quien estaba de pie a una distancia de un brazo delante de ella. Su compañero, igual de oscuro y exóticamente hermoso, enojado detrás del aturdido - ¿Cómo se escribe? - Ayudante, que todavía estaba en la puerta del vagón.
El dulce elfo de pelo blanqueado cayó hacia delante, ocultando su rostro, mientras se inclinaba hacia el hombre y murmuraba. El ayudante volteo los ojos echando su cabeza hacia atrás y se dejó caer al suelo.
Una mujer gritaba en el carro, el sonido penetraba en la noche tranquila. Suzana intento dar un paso atrás, sólo para encontrar su espalda apoyada contra la pared del vagón.
"No tengas miedo", dijo el líder en un claro idioma común.
"¿Quién eres?" Suzana se oyó decir.
Sus ojos, rojos como la sangre fresca brillaban débilmente, fijos en ella. Labios de obsidiana estirados hacia atrás con una media sonrisa; una ceja arqueada cubierta de nieve. "Hemos venido a salvaros, bella dama".
 Su corazón brincó.

Elfos Oscuros la trilogia de Jet Mykles

Suzana ha perdido todo lo que le era querido, su familia muertos en el mar. Ella, un mago musical de noble cuna, ha sido capturada por esclavistas. Sola, desamparada, no puede hacer nada más que llorar. Pero a continuación, la caravana de los negociantes es llevada al oscuro bosque por los misteriosos raedjour que están decididos a tomar algo que ella todavía llama suyo: su cuerpo.
La captura de Suzana es motivo de celebración entre los raedjour, las vírgenes son muy apreciadas, y se lleva a cabo un torneo, por el honor de tomar su virginidad. Y una vez que sea tomada, ella pasará a un guerrero diferente cada nueve días, hasta que encuentre a su Verdadera Pareja.
Desde el momento en que la vio, Krael supo que Suzana sería su conquista.
Su blando cuerpo le incita a la lujuria,  perfeccionada a lo largo de muchos ciclos de placer y de entrenamiento de mujeres. Tendria su cuerpo, sí, pero no tiene interés en encontrar a su Verdadera Pareja. Hasta que, el rey de Krael, ha decidido a tomarla, crece entonces la determinación de Krael decidido a ser su amo, él solo. ¿Te has preguntado cómo sería ser utilizada, complacida... Domada?

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Memorias de una Pulga, introducción del Libro

MEMORIAS DE UNA PULGA - Libros Eróticos Para Descargar Gratis
INTRODUCCION DEL LIBRO ERÓTICO.
Es fácil comprender porqué esta contenciosa narración permanece en el anonimato. Escrita en tiempo en que el arte del simbolismo reemplazaba los peligros  de  las  expresiones realistas, su autor se  propuso, sin  duda, transmitir a sus lectores el        impulso sexual interior de un hombre, comparándolo con su aspecto exterior. A mi modo de ver, no cabe duda de que el narrador estaba tan lleno de sus descarriadas fantasías, que imaginó todas las situaciones sexuales concebibles, por muy irreales e increíbles que fuesen, con tal de dar satisfacción a su anormal lujuria.
El relato abarca un conjunto de perversiones o desviaciones sexuales comunes y anormales, y da comienzo con el despertar del deseo sexual de una  jovencita por  el  sexo  opuesto, y  que  continúa describiendo actos anormales, como aquel en el que el individuo encuentra placer sexual en ver cómo otros realizan el coito, o el exhibicionismo, en méritos del cual el hombre muestra sus  órganos  sexuales  a  una  observadora  del  género femenino, y que encuentra satisfacción en el azoro con que reacciona ella ante el espectáculo, sintiendo que ha efectuado un desfloramiento psíquico.
El autor, al presentar esta extraña situación, sitúa este aspecto desviacionista en el marco de una situación no natural. El sadismo y el masoquismo están representados por tres hombres maduros que entablan relaciones sexuales con la muchacha por las vías vaginal, anal y bucal. Sin embargo, se introduce otro aspecto desviacionista cuando se presenta a la joven como siendo de tipo ninfomaníaco, de deseos tan intensos que nunca pueden encontrar satisfacción completa, y cuya libido va in crescendo con cada nueva conquista. El incesto, es decir, las relaciones sexuales entre parientes próximos, se manifiesta cuando el tío de la muchacha la seduce también.
Por la palabra “símbolo” entendemos que se sugiere algo por relación, asociación de  ideas  o  mutuo convenio. Muchas de  nuestras imágenes recordadas  pueden ser  realzadas  y  distorsionadas, hasta  el  punto de convertirlas en grotescas. Pero en realidad     no son sino   fantasías, o combinaciones de recuerdos varios. Durante los siglos XVII y XVIII, época en que se  desarrolla la presente historia, se  produjo en Europa central un movimiento popular de protesta contra los convencionalismos, llegándose al extremo de presentar a las figuras más astutas bajo extraños aspectos, en una tentativa por escapar a los límites restrictivos. Thomas Paine dijo: “Lo sublime y lo ridículo se encuentran a menudo tan próximos, que es difícil separar uno de otro. Un paso más arriba lo sublime se vuelve ridículo; un paso por encima de lo ridículo nos lleva a lo sublime”. El presente relato, de ribaldo simbolismo, se ajusta extraordinariamente a esta definición.
El narrador de  nuestra novelita es  una pulga común y  corriente (O extraordinaria, por mejor decir, en el sentido del relato); una pulga que no es sino un insecto succionador de sangre, altamente capacitado para la vida parasitaria y  con gran capacidad para deslizarse  entre los pelos y  las plumas. La pulga humana —Pulex Irritans— acecha al hombre como lo hace la nigua. Algunos seres humanos son inmunes a las picaduras de la pulga, y no experimentan efectos  irritantes, aun cuando permanezcan por largo tiempo expuestos a las mismas. Esto explica por qué nuestro amigo —el señor Pulga— pudo viajar por todas partes, inspeccionarlo todo y contárnoslo todo. A título de disgresión, diremos que es notable la gran complejidad que pueden llegar a alcanzar los parásitos. Por ejemplo, en una determinada oruga pudieron descubrirse otras 23 variedades de insectos, cada uno de los cuales soportaba a otros 13, los que, a su vez, daban también albergue a dos o más cada uno.
Observada  en  este nivel tan  bajo, la  vida,  en  cualquiera de sus manifestaciones, tiene que ser considerada en un nuevo aspecto. Tengo para mí que el autor, con un caprichoso toque de sátira, se valió de la pulga como un símbolo de los ojos humanos, que desean ver las cosas que no pueden observar abiertamente. De esta manera las visualiza mentalmente, con lo que. de paso, para provocar sus emociones, profundiza hasta lo más hondo de la marea sexual. Los necios son mi tema; dejad que la sátira sea mi canción”.     Este   pensamiento, tomado de English  Bards and Scotch Reuiewers, suele ser aplicable cuando los hombres frustrados pugnan por desprenderse de sus inhibiciones.
Los motines iniciados al grito de “¡Abajo el papismo!”, desencadenados en 1780, revelan la inquietud en aquellos tiempos de un populacho soliviantado contra el autoritarismo y rebelándose para separar las leyes de la naturaleza de las de los hombres, al parecer diametralmente opuestas. El hombre, desde los albores de la humanidad, ha discrepado de las leyes de la naturaleza y  las  ha alterado para  adaptarlas  mejor a  sus impulsos egoístas. Es a menudo cierto que aquellos individuos que más se ajustan a un código ético abrigan en su seno los deseos sexuales más heterodoxos e insatisfechos, aunque es este subconsciente el que los encamina hacia el campo opuesto.
De manera similar, en la misma época, en las colonias de Norteamérica los puritanos sujetaban al pueblo a leyes tan estrictas que, en realidad, constituían la negación de una existencia normal. Las leyes matrimoniales significaron la separación de muchos enamorados, quienes, temerosos de disgustar a sus padres, recurrieron a entrevistas furtivas y a desahogos clandestinos.
El  amor fue  estigmatizado  en  todos  sus  aspectos  por los  teólogos puritanos como el más poderoso instrumento de Satanás, y hasta el simple idilio fue desaprobado, asociándolo con el pecado original. Con el más fútil pretexto los jóvenes eran clasificados entre    la gente más baja, anatematizándolos con palabras en las que, lisa y llanamente, se proclamaba que “es práctica común en diversos lugares destinados a los jóvenes que éstos muestren sus malvados propósitos, y se acerquen a las doncellas con fines malévolos, por lo cual se ha desarrollado mucha maldad en torno a nosotros para menosprecio de Dios y daño de nuestras personas
No hay que decir que en tales circunstancias los adolescentes, como es el caso de la juvenil Bella y de su admirador, se juntaran a escondidas para dar satisfacción a sus necesidades íntimas, En el caso de los puritanos, las leyes contra el galanteo secreto que acabamos de mencionar no aseguraron la moral, como lo prueba un simple examen de los registros judiciales de la época. En realidad, el vicio de una legislación excesiva tiende más bien a extender  los  males  que  trata  de  prevenir. Esta  rara  situación vino  a agravarse  con la costumbre del “enfardamiento”, que se hacia necesario

cuando un joven había caminado mucho para ver a su amada, y no tenía ya tiempo para regresar a su hogar.
Se le permitía entonces quedarse en la casa de la familia de la novia, en la que dormía junto con los familiares de ella, cubriéndose todos con mantas y pieles. De esto resultaba el coito entre el mozalbete y la doncella, y el acto, realizado  tan cerca de  él,  sin duda  estimulaba sexual-mente  al  padre, satisfecho de la parte que había tomado en la consumación de aquél. Por extraño que ello pueda parecer, ninguna joven era criticada por errores cometidos durante el “enfardamiento”, y éste no perjudicaba en nada las ulteriores posibilidades matrimoniales de la muchacha.
En esta misma época se promulgó una ley contra “la intemperancia, la inmoralidad y la irreverencia”, que prohibía en todo momento cualquier clase de  música, tanto de  cuerda como de  viento, en  las  tabernas y  casas públicas, así como cantar, bailar y hacer algazara en las mismas.
Para acentuar el resentimiento de la gente contra estas severas prohibiciones, fue ésta la era en que la brujería comenzó a asomar su fea cabeza. Sus verdaderos comienzos hay que buscarlos en los escritos hebreos, donde encontramos a Bebemot, deidad monstruosa descrita por Job como “poderosa criatura de cola grande como un cedro, los tendones de sus piedras están atados juntos”. El vocablo latino para indicar la piedra es testiculus, con lo cual, según se cree, se pretende asociar la divinidad con los atributos sexuales, de la misma manera que el falo se ha tenido siempre como   símbolo representativo de la actividad creadora universal. Los sacerdotes de Baal siempre entraban desnudos a sus templos, y las mujeres exhibían su cuerpo ante la imagen adornada de un falo, a la que rendían pleitesía.
En la edad media los hombres, atosigados por el cúmulo de normas y de leyes que les imponían tanto los gobernantes como los representantes de la religión, iban en busca de caminos descarriados para dar satisfacción lo mismo a su naturaleza espiritual como a la carnal. Siempre han existido dos principios de luz y sombra, en oposición y conflicto permanentes, Del centro de Europa partieron los adoradores de Satanás, oficiales de la misa negra, cuya creencia en el agnosticismo situó a la doctrina del conocimiento por encima de la fe, e incluso de la moral. A menudo se recurrió al racionalismo para acomodarse a los niveles religiosos del momento.
Tales gentes creían en un Dios bueno, pero pensaban que el mundo material, en el que estaba  incluido el cuerpo físico, era creación de  un espíritu maligno. Siendo mala la materia prima, creían que ésta no podía ser el vehículo de la gracia divina. Otros creían que la divinidad era el origen de todo —el bien y el mal— y que el hombre se inclinaba hacia la luz o hacia la sombra, siguiendo sus inclinaciones. En realidad, la brujería es una forma de dualismo religioso que a menudo encuentra adeptos entre los confusos e ignorantes miembros de la ortodoxia organizada, quienes no    pueden adaptarse a las rígidas normas a las que tienen que hacer frente.
Es en esta  confusa era donde hay  que buscar las  raíces de  estas MEMORIAS DE UNA PULGA. El hombre, siempre reacio a  someterse al conformismo y a la autoridad, pensó en poner al descubierto las fuerzas de la pasión sexual más crasa, la lujuria y la algolagnia (al causar o sufrir dolor para incrementar  el placer          sexual que proporcionan   tanto  mayor.

satisfacción a su naturaleza sexual cuanto más alta es la categoría social de las personas de quienes se trata.
El barón Gules de  Laval  Rais,  conocido como el  “Barón Negro”,  e íntimamente          asociado       con     la iglesia, fue uno    de los que fueron desenmascarados como cultivadores del satanismo. Después de su captura y  enjuiciamiento confesó  sus     monstruosas actividades  y  sus  crímenes sádicos,  cometidos en  niños a  los  que  sacrificó al  diablo,  practicando incisiones en su garganta para sorberles la sangre por la yugular, además de vio-bríos  antes y  después del sacrificio. Fue ahorcado y  quemado y después de muerto se descubrieron en la torre de su castillo los esqueletos de alrededor de doscientas de sus víctimas. Sin embargo, por extraño que parezca, cuando era conducido al suplicio rogó —y le fue permitido— que se le autorizara para arrodillarse a orar y pedir perdón a Dios y a los cientos de personas que se habían congregado para presenciar su ejecución. Tanto poder había en su verbo, y tanto magnetismo irradiaba su personalidad, que más tarde fue erigida una estatua en el lugar donde se le ajustició y quemó, y por años las mujeres estériles acudieron al sitio del sacrificio para implorar el don de la maternidad.
Cabe en lo posible que una personalidad sumamente narcisista sea la autora de este librito, MEMORIAS DE UNA PULGA.
La autosexualidad, o el amor a sí mismo, es tal vez la forma más trágica y perversa de amor sexual conocida, ya que nadie comparte con esta clase de enfermos los placeres del amor erótico. El mismo es su compañero en el acto sexual, excitado por escritos sensuales o por ideas de la naturaleza más erótica. Después que el narcisista llega al clímax de la masturbación se siente cada  vez  más solo y  culpable, así  como menos capacitado para competir con el mundo normal.
El autosexual, por lo común, es aquel a quien las circunstancias han negado el escape de la energía sexual por conductos normales o irregulares, por cuya razón se  evade  hacia el mundo de la autosexualidad. Muy a menudo llega a este punto culminante sin experimentar placer alguno que valga la pena, denotando conflicto entre el Id. la disposición inconsciente y fundamental a partir de la cual se desarrollan el anhelo y el placer, y el Súper Ego, censor interno del Ego. la parte del inconsciente influenciado por los sentidos, habiendo tomado conciencia al contacto con la realidad, y con el placer asociado al acto.
El verdadero homosexual  sólo encuentra placer sexual en  la masturbación, durante cuyo acto puede ponerse a sí mismo en relación a una situación erótica de su gusto.
LAS MEMORIAS DE UNA PULGA son un relato para mentes adultas, la expresión de una mente humana en busca de renunciar a lo anormal para encaminarse hacia lo normal, y caen dentro de un tipo de literatura que actualmente se reconoce como necesaria para el estudio de la conducta humana. Es cierto que cuando comenzamos a investigar los hechos íntimos y reales de la vida sexual del hombre tropezaremos con tantos modelos como individuos examinamos. Frecuentemente, demasiado  frecuentemente, son aquellos que en apariencia parecen reprobar las manifestaciones sexuales quienes poseen una          naturaleza más marcadamente erótica. En esta ambivalencia  de sentimientos, en el experimentar dos sentimientos

contrarios, tales  como el  amor  y  el  odio,  lo  correcto y  lo  erróneo, se encuentran las raíces mismas de la desviación y la variedad sexuales. En último término, diciéndolo con palabras de Freud:
¿quién puede decir, a fin de cuentas, qué es lo normal y  qué es lo correcto.., o lo que puede ser anormal o erróneo? ¿Quién puede decirlo?